Para Diego Pablo Simeone la experiencia no fue nueva. Le ha tocado vivir incluso alguna final en la grada por sus excesos en la banda. Así que, tras su doble amarilla ante el Levante, la séptima expulsión de su carrera con el Atlético de Madrid, le tocó a Nelson Vivas. Un tipo con idéntico espíritu guerrero que el del Cholo, pero, aparentemente más calmado, acaso por el aguacero. La grada, sin embargo, torcía la mirada una y otra vez hacia el lugar donde se hospedaba accidentalmente su director de orquesta. Hacia ese rincón desde el que Simeone presenció el partido más plácido y completo de los suyos en lo que va de temporada.
Se libró del diluvio, eso sí. Y por eso aterrizó en la sala de prensa del Wanda Metropolitano como si acabara de salir de su casa. «Siempre digo lo mismo, estar afuera no es bueno. Es negativo para mí y para el equipo, hay que mejorar ese espacio», admitía, antes de lanzar un recado: «La sensibilidad de los árbitros también debe mejorarse, pedir un amarilla y recorrer 30 metros para sacármela, es excesivo». Y zanjó: «Desde arriba se ve mejor, de eso no tengo dudas».
Desde allí divisó muchas cosas, la mayoría positivas para los intereses rojiblancos. Presenció la versión de Griezmann por la que tanto empujó desde que tuvo constancia que su regreso no era ninguna fantasía de verano. No marcó, pero despachó de una de esas tardes que le hacen imprescindible para el equipo. Fue su segundo partido completo desde su retorno. «Hoy encontramos al Griezmann de siempre, trabajando, asistiendo, llegando a posiciones de gol… Lo necesitamos así. Es el camino que queremos cuando pensábamos en él», le halagaba el técnico argentino.
«ESTÁ SALIENDO SU YO»
«Al principio se le veía un poco tímido cuando jugaba, pero está saliendo. Está saliendo su yo de adentro», abundaba Giménez en las alabanzas hacia Griezmann. El central uruguayo volvió a ser una de las armas del Atlético a balón parado. Los saques de esquina, partiendo de las botas del francés y de Correa, fueron de nuevo un recurso útil para asaltar la portería contraria. «Hacía muchos partidos que parecía que el balón parado era una jugada más. Yo no le hago gol ni al arcoíris. Tuve tres o cuatro para meterla. Va a llegar en algún momento», vaticinaba el charrúa, que no podrá tener a su lado a Savic en Liverpool, ya que aún le queda un último partido de sanción por su roja en Londres.
A pesar del diluvio, el público del Metropolitano se las apañó para romperse las manos cuando De Paul se marchó del campo, tras una exhibición técnica, táctica y física. Fue su primera gran experiencia acústica. «La gente lo despidió en consecuencia del partido que había hecho y no nos imaginamos otro De Paul del que vimos hoy», sostenía el míster rojiblanco, que se empapó de todos los detalles desde esa áspera panorámica, pero se libró de la tempestad.
Carrasco salió también en brazos de la afición, tras despachar un soberbio partido. Pero fue Joao Félix quien puso el broche a una tarde tan plácida en lo futbolístico como desapacible en lo meteorológico. De un zurdazo, tras un medido envío del belga, encontró al fin su tesoro el portugués, que llevaba ocho meses sin marcar. Su último tanto lo firmó en Villarreal, con aquella polémica celebración. Suma 20 tantos en 85 partidos con el Atlético.
«El camino para jugar como hoy es trabajar y trabajar», completaba Simeone, centrado ya en la posible emboscada de Klopp en Anfield.