560 días después, el coliseo madridista recibió a sus aficionados. Entraron poco más de 20.000 entre amplias medidas de seguridad y sin incidentes. En la calle, la alegría de una zona que ha sufrido la pandemia y la ausencia de gente.
«¡Por aquí! ¡Por aquí!». Un vigilante de seguridad, uno de cientos, señalaba la entrada al estadio. «Por aquí» había un pasillo entre las lonas que separan la zona de las obras, pero «por aquí» se volvía al fútbol en Chamartín. Una alegría para el Real Madrid, para sus aficionados y para las calles que rodean el coliseo blanco. La vida futbolística volvió, 560 días después, al Santiago Bernabéu.
Después de un trabajo contra el reloj durante estas últimas dos semanas, limpiando las gradas, quitando material de los accesos y poniendo el césped en las madrugadas, algunos de esos operarios pudieron acudir al Bernabéu como invitados del club. Un premio a su sobresaliente dedicación. Desde sus asientos, verían las lonas gigantes que cubrían algunas de las zonas más cercanas al césped, dejando libres sólo algunas filas del fondo norte y los laterales.
Verían las gradas todo lo llenas que ha permitido el propio Madrid, con algo más de 20.000 espectadores, un 30% del aforo al que no costó ubicar en sus butacas gracias al importante despliegue de empleados en la calle, los accesos y las gradas. Subiendo la vista hacia el cielo, los aficionados verían las grúas y la estructura metálica de parte de la nueva cubierta. Ésta cubrirá todas las localidades, mientras que la retráctil se moverá de norte a sur según se necesite. Mientras, eso sí, y hasta que esté completada la construcción de la cubierta, los aficionados quedarán a merced de las hipotéticas lluvias. «Es raro y a la vez fascinante ver toda la estructura», contestaba Vicente, aficionado del Fondo Norte.
EMOCIÓN CON LORENZO SANZ
La llegada de la noche aceleró sensaciones y la victoria del equipo de baloncesto en la Supercopa calentó motores a la afición, que gritó «¡Courtois!» por primera vez en año y medio, alentada por el «¡Thibaut!» de la megafonía. No había videomarcadores para ver los primeros planos de los futbolistas, pero dio igual. Aplausos para todos ellos, para Ancelotti, que regresaba al Bernabéu seis años después, y sentida y emocionante ovación durante el homenaje a Lorenzo Sanz, expresidente del club fallecido el año pasado durante la pandemia.
Por el césped aparecieron Mijatovic y Sanchís con la séptima Copa de Europa, Salgado y Casillas con la octava, Morientes y Fernando Sanz, hijo del expresidente, con la Intercontinental, Hierro y Guti con la 27ª Liga, Chendo y Amavisca con la Supercopa de España, Arlauckas y Antúnez con la Recopa de Europa de baloncesto, Lorenzo Sanz hijo y Angulo con la 28ª Liga ACB. Junto a ellos, Mariluz, su mujer, sus hijos y sus nietos que recibieron el cariño de la gente. Unos minutos más tarde, el recuerdo a las víctimas del Covid, entre ellos algunos exmadridistas como Radomir Antic, y el pitido inicial, esperado y deseado por miles. En el palco, Florentino Pérez, sin ningún representante del Celta al lado por el enfado vigués tras el fichaje de un alevín para la cantera de Valdebebas. También apareció por ahí Zinedine Zidane, de regreso, aunque como espectador.
«DE NO SER POR LAS COMIDAS DE LOS OBREROS, HUBIÉRAMOS CERRADO»
En la calle, la Avenida Concha Espina, su gente y sus bares han echado de menos al Bernabéu. Unos cuantos pasos por su asfalto y un par de preguntas a los dueños de los locales sirven para entender el vacío que ha sentido esta zona durante los últimos 560 días. La pandemia, primero, y la ausencia de fútbol en Chamartín, después, casi dilapidan los ahorros de su vida. Pero por suerte ha vuelto el balón y la gente. «Mucha más gente que hasta ahora. Y menos mal», declaraba el camarero de un local. «Nos ha afectado y esperamos recuperar algo, aunque no todavía a nivel previos a la pandemia», matizaban.
Al lado, la encargada del ‘Carls Jr.’ admitía que abrieron el bar hace un año pensando en «el futuro». «Este año ha sido difícil, pero esperamos remontar. Hay más ambiente y, si ganan, vendrán más», bromeaba. En Marceliano Santa María, mítica entre el madridismo, volvían a beber cerveza en la calle: «Aquí vienen muchos obreros a comer. Sin ellos habríamos cerrado durante los meses sin fútbol», explicaba el dueño de uno de los bares. «¿A tope? A tope era un Madrid-Barça antes de la pandemia. 20.000 personas son pocas todavía», replicaba otro.
En la tienda oficial del Madrid, un señor observaba el nombre y el número de la camiseta de Camavinga. «¿Este es el nuevo?», le preguntaba a su hijo, que asentía. Dani ha venido desde Niza a Madrid y el Bernabéu es «parada obligatoria». «Es una de las razones para venir a la ciudad». Pues eso.