Tiene el fútbol, deporte colectivo, la malsana costumbre de discutir quién es el mejor jugador. Entran ahí las filias y fobias del aficionado, la mirada subjetiva del analista o la habitual propaganda mediática. Debates al margen, reunir en un mismo partido a futbolistas como Kylian Mbappé, Karim Benzema, Kevin de Bruyne o Romelu Lukaku arrastra al placer. Francia, que se repuso a un mal primer tiempo y a un 2-0 en contra, acabó tumbando a Bélgica en una noche memorable. Aunque el triunfo final lo propició un actor secundario, el ex madridista Theo Hernández, que en su segunda internacionalidad soltó un zapatazo en el minuto 90 de aquellos que marcan a uno por siempre. España, el domingo en San Siro, ya sabe a lo que se enfrenta en la final de la Liga de las Naciones.
Bélgica y Francia debían posar ante el espejo de sus traumas. La generación de oro liderada desde el banquillo por Roberto Martínez dejó escapar una oportunidad única en aquella semifinal del Mundial de Rusia, cuando Samuel Umtiti condenó a los belgas a las migajas del tercer puesto. El complejo seguirá ahí.
Los franceses, pese a contar con mejores piezas, luchan contra una teórica involución desde que alzaron la Copa del Mundo. Su caída frente a Suiza en los octavos de la última Eurocopa, con Mbappé errando el penalti decisivo, fue una advertencia. Pero corregible tras ver su extraordinario desempeño en la segunda parte de Turín.
La ausencia de Kanté partió el equilibrio francés en el primer tiempo, pese a que a Deschamps le ha dado por protegerse tirando de tres centrales. Koundé, Varane y Lucas sufrieron en ese tramo, tanto en las transiciones como en la defensa estática. De nada sirve un dibujo si la aplicación no es la adecuada. No hay más que ver la seguridad con la que Bélgica se expandía y se contraía a partir de sus tres zagueros.
LA FORTALEZA DE LUKAKU
En su día ya fue Roberto Martínez quien le mostró el camino a Diego Pablo Simeone en cuanto a la eficiencia de Carrasco ocupando todo un carril. Con espacios, el futbolista del Atlético es incontrolable. El primer gol de Bélgica llegó después de que Carrasco quebrara a Pavard con insultante facilidad para rematar con la derecha al primer palo. Lloris, que había amanecido con una increíble mano a tiro de De Bruyne, se quedó esta vez clavado.
Ni se había levantado Francia del primer golpe cuando encajó el segundo. Lukaku recibió de espaldas en un costado. Lucas, que era quien lo defendía, nada pudo hacer ante el delantero, que se echó a correr como una liebre y soltó un martillazo cuando apenas había ángulo. A Lloris sólo le faltó apartarse.
Pero Mbappé nunca se rindió. Pidió todas las pelotas y no se cansó de buscar la remontada. Tras una carrera memorable, con Carrasco esta vez como víctima, ofreció una asistencia a Griezmann que éste falló a bocajarro. Después encontró el delantero del PSG a Benzema, cuyo giro de peonza fue el preámbulo del gol que oprimía el duelo. El empate llegó por culpa de una entrada a destiempo de Tielemans a Griezmann en el área advertida por el VAR. Mbappé, que necesitaba desdibujar el recuerdo del penalti errado en Bucarest, ni se escondió ni falló. Incluso tuvo en sus botas el 2-3 antes de que a Lukaku le anularan por fuera de juego la sentencia al límite del tiempo reglamentario. Pogba también olisqueó la gloria con un tiro al palo.
El partido se lo quedó Theo. Porque en este deporte todos cuentan.
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