Hay una liturgia que se repite en todos los partidos. España, que suele llegar algo más de hora y media antes de los partidos al estadio (ayer apenas tardó cinco minutos desde el hotel, muy cercano a San Siro), se toma unos minutos que son algo así como de contacto con el entorno. Los jugadores (no todos) salen al césped. Ayer por ejeplo Bryan Gil se tomaba un café junto a Yeremi Pino y a Robert Sánchez. A su lado, en otra escena que también se repite siempre, Luis Enrique y su cuerpo técnico charlan con Luis Rubiales, el presidente, y con gestos consantes de bromas y risas.
España es un equipo que realiza calentamientos de poco más de un cuarto de hora. Una activación energética que contrasta con la del resto de rivales, que rozan la media hora, si no la alcanzan en alguna ocasión. Ahí no se ve a Luis Enrique, que sin embargo no paró en todo el partido. Celebró con euforia el tanto de Oyarzabal y se sentó, resignado, ante la maravilla -la calificó así después- de Karim Benzema. De ahí al final arengó a sus jugadores, también a Unai Simón para que subiera a los dos últimos córners y, ya con el partido terminado, fue uno por uno animando, y aplaudiendo, a sus chicos, de los que no podía estar más orgulloso. Cuando terminó, les obligó a ir hasta el fondo donde estaban los 3.000 españoles para agradecerlo. De hecho luego, en la rueda de prensa, lo remarcó. «Ha sido muy bonito ese reconocimiento a los jugadores por parte de la afición, a la que le digo que en noviembre tenemos dos partidos importantísimos, y me gustaría ver una Cartuja a reventar contra Suecia».
Cómo no, le preguntaron por la jugada del gol de Mbappé, y pese a que lo estuvo comentando con el chico, y con Busquets sobre la hierba, no entró. Hasta en dos ocasiones se quitó del medio. «En el campo no tenemos la mejor visión. No quiero hacer ninguna reflexión porque ya sabéis que no hablo nunca de los árbitros», dijo. Ganas de hablar no le faltaban. Ganas de decir que parece difícil sostener que Eric García quería jugar el balón no le faltaban, pero se contuvo. «Llevo más de 10 años siendo entrenador, y nadie me puede decir que he hablado de los árbitros», cerró.
«Creo que de lo que más orgulloso se deben sentir los aficionados es de que España, juegue donde juegue y contra quien juegue, siempre juega igual, siempre hace su partido. Estoy muy orgulloso», admitía con calma, mientras señalaba que el gol de Benzema era «la pena» del partido. «Es que no hemos podido disfrutar ni meterles miedo más de 30 segundos, pero bueno, cuando un jugador como Karim Benzema hace esa maravilla…», para terminar con un mensaje: «Nos hubiera encatnado celebrar algo con nuestros familiares y con los aficionados, pero bueno, vamos a seguir luchando para estar cerca de conquistar algo».