El Barcelona toma aire en el palco y en el campo

Un gol y un polémico penalti forzado por Ansu Fati propician la remontada del equipo azulgrana frente a un Valencia sin colmillo (3-1).

Ansu Fati celebra su gol.

Quizá sólo se trate de sobrevivir. A las penurias económicas. A las limitaciones deportivas. Resulta imposible fiarse de este Barcelona. No hay día en que no se lance una moneda al aire. Con una única diferencia. Si es Ansu Fati quien la lanza, acostumbra a salir cara. Un gol y un polémico penalti provocado por la jovencita estrella llevó a los azulgrana a un sufrido triunfo frente a un Valencia al que le faltó colmillo. Coutinho, quién lo diría, dio la puntilla y permitió un agradecido debut de Agüero en el ocaso. Al grito de «Kun, Kun, Kun» el Camp Nou pudo reencontrarse con su sonrisa. Falta le hacía.

La jornada era especial. Decían que histórica. En un mundo en que la exageración es norma, el chasco y e l surrealismo siempre deben estar la altura. La directiva de Joan Laporta tenía que arrancar a un puñadito de resistentes compromisarios la aprobación de un crédito de 1.500 millones de euros para el Espai Barça. Entre que se hicieron las tantas y había quien reclamaba un referéndum para sacar algo de semejante calibre adelante, Laporta acabó recogiendo la ropa. Aplazó la asamblea y listos. Que empieza el partido.

El Camp Nou, 590 días después, abría por fin sus puertas de par en par sin restricciones de aforo. Pero la desafección del hincha -47.317 espectadores en las gradas- aún pesa en ese viejo estadio en el que, según la directiva del Barcelona, ni siquiera los bares pueden tener hornos porque la electricidad no alcanza. Un recinto en el que una persona tiene que estar vigilando constantemente los contadores para que no salten los plomos.

DEST, DE EXTREMO

Quien intenta mantener su luz encendida es Ronald Koeman. En la desesperada búsqueda de un equilibrio que le permita sostenerse en su puesto de trabajo, el técnico volvió a agitar su indescifrable coctelera. Esta vez la gran novedad fue situar a Sergiño Dest como extremo derecho, una decisión acertada, en un 4-3-3 en el que Sergi Roberto le cubriría las espaldas y el hiperactivo Gavi ejercería de interior izquierdo.

Aunque el activo determinante de la alineación era la presencia de Ansu en el once titular. El peso de la esperanza del club reposa sobre sus rodillas y su cabeza. El reto es mayúsculo, pero el chico explota con tanta confianza su cúmulo de virtudes que resulta difícil no creer que es un profeta para el barcelonismo.

Sin Ansu, el golpe inicial del Valencia quizá hubiera sido insoportable. Porque Gayà, que reaparecía en el equipo titular junto a Carlos Soler, avanzó a los suyos en el mismo amanecer. Nadie atendió al lateral en una segunda jugada generada tras un saque de esquina. Gayà, solo y desde 30 metros, enganchó el zapatazo perfecto.

Pero con Ansu tiene el Barcelona a quien confiar sus miedos para convertirlos en esperanza. Agradeció el diez que Memphis se moviera como Nuréyev en una baldosa. Al primer toque devolvió el neerlandés el balón a Ansu, que ya pudo ejecutar lo que tramaba. Diakhaby, discreto, se cruzó de brazos mientras el canterano dibujaba una rosca que suponía el empate a uno.

EL ÍMPETU DE GAVI

Bordalás, antes de echarse al monte en la segunda parte, pensó al principio que con un 4-5-1 podría cortocircuitar las vías de ataque del Barcelona. Así que intentó reposar el ritmo. Algo que no estaba dispuesto a aceptar Gavi, que quiso llevárselo todo por delante. Cuando ya había cometido su tercera falta fue el árbitro quien le frenó con la amonestación. Su peso decayó entonces. La gestión de su ímpetu competitivo es un aspecto a mejorar.

El Valencia no tenía una salida limpia por culpa de la presión del Barça. Pero nunca dejó de intimidar. Guedes, cómo no, fue uno de sus principales argumentos hasta que reventó. No así Maxi Gómez, un mero islote que apenas se dejó ver por su juego de codos y un golpe franco ya al final.

En el último tramo del primer acto zurció el Barcelona una jugada coral perfecta. Otra vez Memphis abrió espacios de espaldas y a golpe de amago. Jordi Alba, que suspira por recuperar una alianza como la que en su día tuvo con Messi, encontró a Ansu Fati. Éste tenía la posición ganada a Gayà, pero se quedó sin armar la pierna tras la entrada del defensa. El árbitro Gil Manzano entendió que si Ansu no había rematado era porque existía penalti. Gayà rozó la pelota antes de contactar con el delantero. La acción, de lo más dudosa, requería al menos de un vistazo al monitor del VAR. No fue así.

EL PENALTI DE MEMPHIS

Le llegó el turno a Memphis. Y los hinchas se quedaron boquiabiertos. Fue tal el zambombazo del delantero que Cillessen se quedó petrificado. No tuvo tiempo ni para pestañear.

A Koeman le costó tramitar su ventaja. Bordalás le dio vueltas al dibujo y mandó a sus piezas a dominar. Pero éstas erraron donde no debían. Carlos Soler se topó con el palo, a Guedes lo paró Ter Stegen y Piqué se quedó con una pelota cuando ésta quedaba muerta en el área pequeña. Hasta que Coutinho, pese a un control destartalado y después de que le asistiera Dest, cerró la noche.

Antes de detener la asamblea y marchar a la carrera desde el Palau hasta el palco del Camp Nou, Laporta tuvo un momento crooner. «Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio». Maldita metáfora. Lo escribió Machado, lo cantó Serrat y lo tarareó el presidente en su nana del fin del mundo. Aunque hasta del Apocalipsis se puede salir.

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