El Barcelona cierra 2021 con mil disgustos y una ilusión… pero qué ilusión. La fantástica irrupción de Gavi, Pablo Páez Gaviria, un jovencísimo futbolista que no llegará a la mayoría de edad hasta el 5 de agosto del año que viene, puede compararse sin problemas con la que disparó la temporada pasada a otra joven promesa que ahora mismo es toda una realidad y otro pilar sobre el que el club espera edificar su futuro: Pedri. El canario fue el curso pasado uno de los jugadores más utilizados por el entonces técnico, Ronald Koeman, y su eclosión le llevó a ser protagonista también en la Eurocopa y los Juegos Olímpicos. Algo que, a nivel físico, aún hoy le pasa factura. El sevillano, mientras, no le va a la zaga. Luis Enrique detectó nada más asomar que estaba ante un talento enorme y le abrió de par en par la puerta de la selección absoluta. Gavi, como lleva haciendo todo el curso, respondió con un aplomo impropio de su edad.
El pasado fin de semana, su gol al Elche fue su consagración definitiva para un Camp Nou necesitado de nuevos ídolos después de que la más que maltrecha economía del club terminara por provocar la inesperada y, sobre todo, traumática salida de Leo Messi. La acción del tanto del canterano dejó entrever destellos de aquellas jugadas que, precisamente, solía protagonizar la estrella argentina.
Todo esto ha llevado a Xavi a declarar una y otra vez imprescindible a Gavi para sus planes de futuro. Y en ese mensaje va un encargo ineludible para Laporta: hay que asegurar su continuidad. A toda costa. Su cláusula de rescisión, cifrada actualmente en 50 millones, y la modesta ficha que percibe, unos 100.000 euros anuales, lo convierten en un futbolista muy apetecible y, esto es lo grave, asumible para los grandes clubes europeos. El Chelsea ya está al acecho y, aunque las negociaciones han empezado, la urgencia es evidente.
LA DEFENSA DE XAVI
«Hay que renovarlo ya. Si hace falta, ya pondremos dinero entre todos, porque es espectacular. No podemos perder a este tipo de futbolistas, ni a Gavi ni Nico ni a Abde ni a Ansu ni a Pedri ni a Araujo. Ellos tienen que ser la base del futuro y del presente del club. Tengo entendido, además, que el club está trabajando, y muy bien, en su renovación», aseguró el actual técnico azulgrana en las horas previas al duelo frente al Sevilla del martes.
En el Sánchez-Pizjuán, los defensores sevillistas le dieron ya tratamiento de estrella, con un marcaje a veces al borde del reglamento. En total, Gavi sufrió siete faltas. Todo un récord. Nadie esta temporada había sufrido tanto castigo. Sólo una de esas acciones fue merecedora de tarjeta amarilla para el árbitro del encuentro, Del Cerro Grande. Sin embargo, su intento de rematar un balón en el que acabó golpeando el pie de un rival le salió carísimo: una tarjeta que le impedirá jugar ante el Mallorca, el próximo 2 de enero, por acumulación de amonestaciones.
Alrededor de Gavi hay ya un buen número de anécdotas y curiosidades. Por ejemplo, su dorsal. El 30 que ha lucido hasta ahora es el mismo que llevó Leo Messi en sus primeras apariciones con el primer equipo y, de hecho, es también el que lleva ahora en la elástica del PSG.
DORSAL, RESIDENCIA, AGENTES…
A partir de enero, en cambio, ya tendría que ser otro si, según tiene previsto el club, se le tramita ficha del primer equipo. En este sentido, habrá que ver cuál escoge. El 19, el que también llevó la estrella argentina antes de hacerse con el 10, está ahora libre, tras la retirada de uno de sus mejores amigos, el Kun Agüero. Otra curiosidad es que, en su caso, se puede asegurar de manera estricta que es un producto de La Masia, a pesar de que se incorporase al fútbol base barcelonista en 2015 procedente del Betis, porque es en la nueva Masia, al lado de la ciudad deportiva Joan Gamper, donde tiene aún fijada su residencia.
Otro detalle que, para aquellos que crean en el destino, da pistas de que Gavi tiene madera de crack es que uno de los propietarios de la agencia que dirige sus destinos es Iván de la Peña, un jugador que, pese a su enorme talento, no llegó a hacerse con un hueco en las filas del Barça y que, en cambio, fue todo un pilar para su gran rival ciudadano, el Espanyol.
Entre las manías de Gavi, finalmente, hay una que pone de los nervios a más de uno incluso dentro del vestuario: acabar jugando con los cordones desatados. La tensión, según cuentan, le lleva a no apretarlos tanto como debería, aunque añaden que también hay mucho de superstición en ello. Por eso, no es nada raro ver a otro de los jóvenes cracks, Nico, que es muy buen amigo suyo, atándoselos. No es cuestión de que un tropezón tonto frustre cualquier jugada digna de guardar en la videoteca.