Derrota a la República Checa con goles de Soler y Sarabia (2-0) y se coloca líder de grupo tras la derrota de Portugal. Simón evitó dos tantos.
Se marchó España de vacaciones con la adrenalina y la moral a tope. Con la tranquilidad y la calma de haber encontrado buena parte de lo que llevaba días buscando. Lo hizo con una victoria ante la República Checa, sumergida en un baño de masas en Málaga, gracias a los latigazos de Soler y Sarabia (2-0). Lo hizo como líder de su grupo en la Liga de Naciones, después de que Portugal descarrilara en Suiza. Lanzó una sonrisa al cielo Luis Enrique, satisfecho por un triunfo con pocas cosas para el reproche. De eso se trataba.
Como a revolucionario no gana nadie al seleccionador, se plantó en La Rosaleda con una revolución en su once inicial. Sólo repetían respecto al reciente duelo en Ginebra Unai Simón (el jugador que más ha usado desde que es seleccionador) y Álvaro Morata. Cambió de izquierda a derecha la línea defensiva, también el centro del campo y acompañó a su ariete con Dani Olmo y Marco Asensio. Al fin y al cabo, esta Liga de Naciones está diseñada para lograr un buen puñado de certezas de cara al Mundial de Qatar. Este domingo, en Málaga, España se marchó con algunas.
Y eso que, pese al dominio inicial de la selección, aupada por el ruido y el color de la entusiasmada grada andaluza, fue la República Checa quien metió el miedo en el cuerpo primero. Sus tres puntas, Cerny, Pesek y Kuchta, corrían con el colmillo afilado en busca del error. Conscientes, también, del juego adelantado de Simón y de algunos puntos débiles que ya exprimieron la semana pasada en Praga, donde se les escapó el triunfo en el ocaso, gracias a la fe de Íñigo Martínez, que este domingo sostuvo la bandera en la retaguardia de España, tras vivir desde el banquillo el áspero duelo de Ginebra.
ASENSIO, ENGANCHADO
Apretaron los checos y fueron ellos quienes pudieron haberse adelantado en el marcador. Probó fortuna Cerny al cuarto de hora, con un zapatazo desde fuera del área que Simón desbarató no sin dificultad. Y repitió casi de inmediato Kuchta, que recorrió al galope medio campo, tras un error de Marcos Alonso, pero Simón, el intocable de Luis Enrique, volvió a poner a salvo a España, ante el delirio de La Rosaleda. Se ganó que su apellido fuera coreado. España aún no había calibrado al meta Mandous, que sólo sumaba dos internacionalidades y era el tercer portero de los checos.
De esos momentos de apuros, mientras Luis Enrique corregía la posición a Eric García, a quien buscaban una y otra vez los arietes rivales, surgió la adrenalina para España. Su primer disparo a puerta acabó en gol. La jugada la hilvanó Asensio, que esparció muchas gotas de ese talento que contiene, y la completó Carlos Soler, el centrocampista que, probablemente, más gol tiene en esta selección. Suma tres en nueve partidos como internacional y fue él quien descorchó La Rosaleda y puso líder a su equipo, ya que Portugal caía en Suiza desde el amanecer de su duelo.
Soler cuenta con tanta munición como hambre y eso es una buena noticia para Luis Enrique camino de Qatar. Su segundo remate, en otra conexión con Asensio, no encontró la diana. Marco reclamaría de rodillas un penalti que ni el turco Cakir ni el VAR consideraron como tal. Y Morata, pese a que no encontraba balones que rematar, se hartó a bajarlos de espaldas, en medio de ese bosque de pirañas que eran las botas de los zagueros checos. Esa es otra de las virtudes que esconde el ariete y que puede ser útil en alguna de esas noches complicadas que suelen asomarse en el camino.
EL OPORTUNISMO DE SARABIA
De la bota derecha de Eric García, que sufre entre colmillos, pero lo borda cuando tiene tiempo para levantar la cabeza, pudo brotar otra alegría para España. Irrumpió Dani Olmo al espacio y buscó otra asistencia Asensio, sobrado de razones. Ya para entonces trotaba alegre y descarado el joven Gavi sobre el césped malagueño, que celebró su entrada al campo como si España hubiera marcado el segundo. El chaval, al que Luis Enrique quiso dar un toque en la víspera, levantó al estadio garabateando un diabólico zigzag que no llegó a ningún destino. La Rosaleda bramó su nombre y se dejó las manos aplaudiendo cuando Mandous detuvo su zapatazo.
Y en esas apareció el recién llegado Sarabia, oportunista como tiene por costumbre en esta selección donde es vital, para acabar con la intriga. La jugada había partido de Gavi, que es pura electricidad, la prosiguió Ferran Torres y acabó en otro de esos saludos militares que ya se han convertido en un clásico del conjunto de Luis Enrique.
Aunque aún quedan asuntos por pulir, aunque el Mundial parece aún lejos, España se fue de vacaciones en calma y reconciliada consigo misma, si es que era necesario. Lo hace como líder de su grupo de la Liga de Naciones. Lo hace, también, convencida de que tiene un plan. Lo hizo entre los acordes de Raphael y su gran noche. Porque, sin duda, lo fue.
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